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Mostrando entradas de agosto, 2015

El niño de Wong III

III Algo que ocurre en el viaje: empezar a reconocer en algunas caras y en algunos modos, las caras y los modos más cercanos, familiares. Supongo es una manera del extrañar. Como si de ese modo recuperásemos la cordialidad o la confianza. Una manera de acercarse un poco a aquello que está lejos, pero vibrando cerca. No sé cómo explicarlo. Como si fuese posible acortar la distancia. Es algo involuntario. No se anda por la calle buscando parecidos como en un juego, no. Es otra cosa. Lo resume bien Antonio cuando dice que todo es una comedia de distancias.  También ocurre con los lugares: el barrio donde vivo se parece al barrio de Pichincha, en Rosario. Es un barrio de casas bajas, donde la vegetación todavía le juega parejo al cemento. Hay algunas calles de empedrado y la gente saca a pasear a sus perros.  Once, por ejemplo, se parece a calle San Luis. Pero ésta es una maqueta diminuta al lado de Corrientes. Lo que más me gusta de esa calle son las librerías abiert...

El niño de Wong

Ayer trabajé para San. San tiene un local de comida china. Mi tarea es tomar los pedidos, envolver paquetes y preparar las bolsas del reparto. Trabaja con su compañera en la cocina. Hay un cuadro con caballos. Uno negro, uno blanco. Algunos cuadros con ideogramas que no sé qué significan. San es amable y sonríe. Su compañera es callada, tiene esa timidez distante de los orientales. Capas, una encima de la otra. Entre ellos hablan en su idioma. Los pedidos de la policía salen  "sin tapa". Economiza. Cuelgan del techo dos lámparas de papel rojo. Al final del día nos deja elegir algún plato. No hay música mientras se trabaja. Se oye el chirrido del aceite, el cuchillo y la tabla, y algunas palabras en esa música extraña. Me gustaría que me enseñe a cocinar o que me cuente de dónde viene, o cómo hace para llevar la distancia con su tierra. Ahí, supongo hay que empezar a imaginar.

El niño de Wong II

Hoy el día estuvo que no se decidía entre el sol y las gotas. Comimos budín, hicimos cuadernos y nos reímos de algunas cosas del mundo. A veces hablo en plural. Ayer fue un día ecléctico: fui a una muestra de libros antiguos: rollos, pergaminos, dípticos y códices religiosos. Ví una torá que de tan grande parecía una alfombra y unos libros del siglo XII con herrajes, una señora sorprendida por el estado de unos libros que tienen más de quinientos años. Vi un Jesucristo negro, de Etiopía. Después fui a conocer la Reserva, es la zona verde de una ciudad toda cemento. Tomé fotografías hasta que un señor de seguridad, en un puente, me dijo que no se podía. Le pregunté por qué y dijo "es privado". Desde ese lugar se ve todo el contraste de la ciudad: casitas chatas, precarias y edificios como mastodontes desde donde se mueve la economía del país. O buena parte.  En un bracito del río pasaban patos. Las matas de pasto y las nubes se movían un poco al este.  Después fui a ...