El niño de Wong


Ayer trabajé para San. San tiene un local de comida china. Mi tarea es tomar los pedidos, envolver paquetes y preparar las bolsas del reparto. Trabaja con su compañera en la cocina. Hay un cuadro con caballos. Uno negro, uno blanco. Algunos cuadros con ideogramas que no sé qué significan. San es amable y sonríe. Su compañera es callada, tiene esa timidez distante de los orientales. Capas, una encima de la otra. Entre ellos hablan en su idioma. Los pedidos de la policía salen "sin tapa". Economiza. Cuelgan del techo dos lámparas de papel rojo. Al final del día nos deja elegir algún plato. No hay música mientras se trabaja. Se oye el chirrido del aceite, el cuchillo y la tabla, y algunas palabras en esa música extraña. Me gustaría que me enseñe a cocinar o que me cuente de dónde viene, o cómo hace para llevar la distancia con su tierra. Ahí, supongo hay que empezar a imaginar.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Los demás no lo necesitan a usted como escritor, lo necesitan como buen vecino

El sentido de la fibra

El niño de Wong III