Geografía
Montevideo está hecha de repechos y ondulaciones. Hacia la costa la pendiente hace que las patas quieran largar los pedales. Hay que andar con cuidado porque acá hay pocos semáforos y si bien el tránsito parece un caballo manso, en bajada y viento a favor uno se vuelve velocidad.
Hace días fuimos a conocer el Cerro que es la parte más alta de la ciudad. El viento era tanto que embolsó una bolsa y en un segundo se la llevó tan lejos que ni la resistencia de la bolsa ni nuestra mirada ingenua pudieron entender.
Arriba del Cerro hay una fortaleza que es un museo que es mirador. La ciudad tiene un casco antiguo y algunos edificios que crecen de a poco cara al río y ni tan poco. El barrio de Palermo queda al lado de Parque Rodó y ni bien uno baja se encuentra Playa Ramírez.
Acá se practica la caminata larga que no es deporte pero es contemplación. Hace días bajé a la arena y lo encontré al Ruso leyendo un libro de Kerouac. Los perros del Ruso corrían panchos por la playa detrás de un pájaro que, un poco se acercaba otro poco se alejaba y los perros en el agua se reían de contentos.
Los días de llovizna los pájaros se quedan sentados en el agua. Supongo que esos días perciben más el peso sobre sí. Los domingos son días de tambores y las patas agradecen la llegada de la tarde. Se reúnen, tocan parche y las caderas de la gente parecen una sola. Las llamadas de tambores son los domingos porque ese día tenían libre los esclavos. Cuando la gente baila en la calle es una emoción.
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