Mi abuela, ese misterio

La Gladis, en su casa.
Cada vez que viajo, extraño. Hace 16 años que vivo en Rosario. Es una ciudad que, a pesar de sus contradicciones, siempre me ha tratado muy bien. Aquí estudio, escribo, trabajo, hago amigos, me enamoro, me desenamoro y aprendo, todo el tiempo, de personas que admiro.

Ahora, por ejemplo, tengo una sobrina de 7 meses que vive a seis cuadras de mi casa.
Cuido una gata que requiere mi presencia, pero se arregla. La semana que viene viajo a Córdoba. Me voy a visitar amigos y amigas que quiero mucho. A conocer gente y escuchar poesía.

Cuando tenía ocho años empecé a jugar con mi abuela en algo que ella llamaba taller de escritura. No sabía en absoluto qué hacía ahí, pero así empecé a escribir. Llegamos a ser 30 niños jugando a escribir en la casa de mi abuela, en San Jenaro Norte, un pueblo de 4500 habitantes.

Una o dos veces al año había un encuentro de poetas en algún lugar. Otras señoras que coordinaban talleres para chicos organizaban jornadas de lectura y juegos en otras ciudades. Así conocí Las Rosas, Las Parejas, Marcos Juárez. Alquilábamos entre todos un colectivo pequeño y partíamos.

Para esas ocasiones armábamos plaquetas. Plaquetas con tres o cuatro poemitas tipeados a máquina, poemitas que teníamos ganas de compartir y nuestra dirección postal por si alguien quería escribirnos.

La semana que viene viajo a Córdoba. Voy a escuchar poesía. Cada vez que participo de algo así, me acuerdo de ella. Y también llevo mis plaquetas, con textos míos y de otros, algunos de los cuales son amigos, algunos de los cuales son hermanos.

Mi abuela era poeta. La calidad de sus textos es algo que no puedo juzgar. O en todo caso, es un misterio. Si hoy pudiera le diría gracias, vieja, por el contagio.


Un poeta es un bicho risueño y contagioso. Triste, también, claro. La poesía de mi abuela nació del dolor. Pero lo que ella hizo con ese dolor es lo más parecido a la magia que conocí. Con ella descubrí la palabra “chispa” y el diccionario. Cómo transformamos el dolor es un misterio. Mi abuela es ese misterio. 


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